En los collados y en las laderas situadas a media altura, existen amplios pastizales que tradicionalmente han servido como puertos de verano para los rebaños de merinas trashumantes. Estos pastizales de diente se conservan, en gran medida, gracias a la propia acción del ganado, cuyo constante ramoneo limita la expansión de los matorrales. La tarabilla norteña, el pardillo común y el escribano montesino son habituales en estos ambientes.