El otoño en la comarca del Alto Sil siempre estuvo marcado por el característico olor de los magostos, una actividad que congregaba a los vecinos de las distintas localidades en torno a una hoguera, en la que las castañas crepitaban mientras se asaban. Los magostos, propios de los meses más fríos del año, constituyen un acto de convivencia y concordia.