Las brañas son la seña de identidad de estos valles del Alto Sil. Cada pueblo tenía una o varias brañas y en ellas cada vecino su cabana, donde pasaba alguna temporada de verano con el ganado, o donde dormían cada noche los brañeros encargados de ordeñar a las vacas. Esa leche se bajaba luego al pueblo y con ella, en las lecherías, se elaboraba una apreciada mantequilla. Esta forma de vida ha desaparecido, pero no las brañas, que salpican el paisaje de los montes de todo el Alto Sil.