Los afloramientos de roca, los canchales y otras acumulaciones de piedras constituyen ambientes muy secos, incapaces de retener el agua. Solo unas pocas plantas están adaptadas a vivir en estos lugares, gracias a su capacidad para aprovechar las mínimas cantidades de agua que se filtran por las fisuras. Algo similar ocurre con los animales, que deben presentar adaptaciones muy específicas para poder sobrevivir en ambientes tan ásperos.