A principios de primavera el urogallo entra en celo. Encaramados en las ramas, los machos emiten un característico canto, conocido en muchas zonas como la "mazquida del faisán", nombre que recibe la especie en algunos de estos valles. El saber popular dicta que este curioso canto se compone de un castañeteo, parecido al sonido de unas castañuelas; de un taponazo, similar al descorche de una botella; y de una seguidilla, que suena como la piedra al afilar la guadaña.