Antes de que una riada se lo llevara, un viejo puente comunicaba ambas orillas del río y permitía a los vecinos acceder a las tierras de labor. Su hechura era simple: unas pilastras de piedra soportaban unos tablones que constituían la estructura del puente. Sobre ellos, tapines de tierra que se reponían de vez en cuando, hacían las veces de suelo del puente. Sin barandillas ni otros adornos, cumplía con creces su función.