Cuando las bellotas han madurado por completo, comienzan a desprenderse y alcanzan el suelo. La mayor parte de ellas serán consumidas por la fauna silvestre; otras muchas sucumbirán a las inclemencias meteorológicas del invierno. Solo unas pocas lograrán germinar y, cuando lo hagan, tendrán que enfrentarse a la dura competencia que suponen tanto los robles adultos como el resto de plantas del bosque, para poder llegar a prosperar.